La literatura es, sin lugar a dudas, una de las artes más antiguas que existen. La primera historia de la que se tiene constancia es la epopeya de Gilgamesh, un mito de más de 6.000 años que sentaría las bases para la literatura religiosa más reciente. En aquella época, cuando el ser humano ya comenzaba a asentarse en ciudades y las sociedades comenzaban a surgir, los relatos hablaban de héroes y viajes épicos. De criaturas de leyenda, de mensajes de los dioses, de sueños premonitorios… Todos los ingredientes necesarios para contar una gran historia, tanto en aquel momento como hoy. Hasta el punto de que, como describe Joseph Campbell en su El Héroe de las Mil Caras, las historias de aventuras y superación se han mantenido intactas desde hace milenios. Podemos rastrear los mismos rasgos en todas ellas, en un viaje del héroe elegido que culmina con su éxito y su aprendizaje.
Las historias que se cuentan hoy día son mucho más variadas, y existen todo tipo de protagonistas, que no tienen por qué ser héroes, ni mucho menos. Durante la Edad Media, la literatura eclesiástica era lo que lo dominaba todo. El amor cortés, caballeresco y sentido, era el epicentro de las narraciones románticas. Hasta que llegó Boccaccio y editó su Decamerón, una libro que rompería con todo lo anterior. No solo por ser la primera obra escrita en prosa, lo que ya es suficiente para ganarse un puesto de importancia entre los clásicos literarios. Boccaccio no solo contribuyó con esa aportación, sino que puso como protagonistas a personas viles, embusteras e incluso violentas, alejadas del ideal de perfección que hasta entonces imperaba. A través de los cien cuentos que componen este compendio, publicado en 1353, Boccaccio revoluciona la visión literaria que existía hasta la época. Introduce nuevas formas de entender el amor, el deseo, la fortuna o la inteligencia humana, alejando a Dios de las tramas. De hecho, a veces se ataca directamente a la Iglesia, presentando a monjes y curas de una manera poco cristiana… El libro generó una gran controversia en su momento también por su erotismo y sus explícitas ilustraciones.